La maternidad como crisis

 

En las actualizaciones he aprendido que la maternidad da comienzo a una crisis vital en la vida de la mujer.

El cuerpo pasa por varias transformaciones durante la gestación, parto y puerperio; que pueden ser recordadas con placer o sufridas.

Puede una mujer desear verse al espejo con una mega panza que delate su bebé creciente o puede sufrir por no reconocerse en esa forma, en ese tamaño.

Durante la gestación se producen cambios hormonales que afectan los deseos, las ganas. Altibajos  emocionales, que pueden ser desconcertantes, el cuerpo baja las defensas para que sea posible enamorarse de ese nuevo ser y querer protegerlo, porque así la biología se asegura la supervivencia de ese bebé. Entonces la sensibilidad es mayor, y quizás otras cosas que antes pasaban por alto ahora afectan. Afloran recuerdos de la propia infancia que hacen cuestionar los roles, los vínculos. Se va creando una imagen de madre que se quisiera alcanzar en base a los ejemplos previos que ha visto, de lo que le ha gustado y lo que no tanto.

El parto puede hacer que la mujer se sienta poderosa, capaz y salga de él con la sensación de que todo lo puede. O también puede dejar huellas dolorosas, de violencia obstétrica, cicatrices que provoquen miedo al tacto, dolor físico en las relaciones sexuales posteriores, o la imposibilidad de verse al espejo con una mirada compasiva y vergüenza de que el otro lo vea.

Por otro lado, y no menor, hay una situación particular que se repite mucho, y  que a veces el círculo cercano no es capaz de notar debido a la emoción por el nuevo integrante: Mientras la madre está embarazada recibe cuidados, el entorno generalmente la protege, se muestra servicial, le acerca el vaso con agua, le pregunta cómo se siente, se interesa por su bienestar. Pero al nacer el bebé, cuando van de visita y manifiestan que van sólo a ver al bebé a modo de chiste (un poco chiste y un poco cierto), por la necesidad de ver a esa personita nueva, suelen pasar por alto que ella necesita aún más sostén que en el embarazo, o quizás no lo saben, pero  muchas veces olvidan preguntar cómo se siente ella, aunque esté recién operada, e inclusive (en los peores escenarios) esperan ser atendidos. Aún cuando la supervivencia de ese bebé dependa exclusivamente del bienestar físico y emocional de esa mamá que está todo el día sola con el bebé porque la pareja ya volvió a trabajar, debido a las licencias inexistentes de paternidad o co-parentalidad.

Si tenemos en cuenta que en la gestación aparecen miedos, que el cuerpo cambia mucho más rápido de lo que puede integrarse el cambio, que los comentarios que reciba esa mujer aunque sean bien intencionados pueden causar dolor, que sigue siendo una persona sintiente aún después de parir, y que probablemente también esté esperando un abrazo, o un detalle, podremos acompañar mucho más amorosamente esa transición.

La mujer atravesará ésta crisis en función de su historia personal, como hija, hermana, amiga, esposa, compañera. Como persona adulta, joven o adolescente si es el caso. Con una historia de buenos tratos o de malos tratos, con miedo o con amor. Con la seguridad de un trabajo estable o  con la preocupación de la estabilidad de sus ingresos. Con una pareja que la acompaña y con la que forman un equipo o sola (o cualquiera de sus matices en el medio). Con un bebé a término rosadito, sano y sonriente, o con un bebé prematuro, pálido, con complicaciones de salud. Con apoyo de su red familiar o sin él.

Hay un abanico enorme de variables que puede haber detrás de una madre recién estrenada con un bebé en brazos que pueden hacer que se sienta más o menos segura en su rol.

Son muchísimas las razones que explican los comportamientos de una madre con su bebé, los miedos, los cuidados. Poder acercarse con respeto y habilitar que nos cuente cómo se siente, sin invadir, sin juzgar puede ayudar a ambos a transitar ésta etapa tan intensa sin culpa y más acompañados. En la medida que no se sienta amenazada se irá abriendo y hablar de lo que siente puede ayudar a que busque ayuda si así lo necesita, sin que se repliegue. Encontrar un equilibrio cuando no se ha crecido con uno es muy difícil.