El deseo y la búsqueda del embarazo

El deseo forma parte del comienzo de la maternidad.

 A veces ante el embarazo inminente y la aceptación inmediata del mismo, el deseo aparece de improvisto frente a una posibilidad nunca planteada.

O, luego de un proceso de dudas y temores, en la decisión de abrazar y llevar adelante un embarazo no planificado, el deseo va surgiendo, acompañando la apropiación del mismo.

Otras veces, el deseo surge mucho tiempo antes que el embarazo, y es el que rige la búsqueda del mismo.

Lo que suele ser común para todas las variables es que cuando el deseo aparece las historias comienzan a resignificarse. Se comienza a recordar, a veces a indagar sobre la propia historia, el nacimiento, a generar una idea de maternidad que se quiere alcanzar. A proyectar junto a la pareja (si la hay) el tipo de parentalidad que desean ejercer.

Hay por supuesto más de tres formas de llegar al deseo, y no es mi intención enumerarlas todas. Quisiera reflexionar hoy sobre lo que suele ocurrir cuando el deseo moviliza la búsqueda del embarazo.

Probablemente los primeros meses de búsqueda se transiten con algo de emoción y una pequeña cuota de ansiedad por encontrar la ausencia de período que confirme el embarazo. Luego la pequeña cuota de ansiedad comienza a subir y de a poco va dando paso a la angustia, que crece con cada nuevo período. Y lo nombro, porque algo que formó parte de nuestra cotidianeidad desde la pre adolescencia, y que muchas veces lo pasamos sin importancia, ahora se vuelve determinante, e importante de repente; se transforma en el predictor del destino, la felicidad que anhelamos o la postergación de la misma.

  Y en simultáneo, suelen ocurrir dos cosas:

El encuentro sexual se vuelve «raro» en el sentido de que se hace fina la línea entre el deseo y la atracción que genera la pareja, y el deseo que genera la posibilidad del embarazo. Así como también la ansiedad del encuentro en la fase ovulatoria, (funcionará?). Y en el medio, el saber que no es así como queremos encontrarnos y encontrar a ese ser.

 Y por otro lado, a medida que el deseo crece, y la idealización avanza, pero el embarazo no llega para una pero si para las demás parejas puede sentirse un mix de celos y envidia muy vergonzoso de admitir. ¿Cómo reconocer que alguien a quien quiero me enoja/molesta porque tiene eso que tanto anhelo? ¿Cómo podría llamarme su amiga si me siento así? ¿Cómo es que mi alegría en la noticia nos es genuina, o pura? ¿Por qué además de alegrarme me molesta?

Y creo que la mejor forma de transitarlo es charlando, mucho, muchísimo especialmente con la pareja (un espacio terapeútico también es una excelente opción, una amiga, alguien que no juzgue sobre todo). Pero más allá de los espacios que tengamos es aliviador poder ser honestos con lo que nos pasa con nuestra pareja. Charlar sobre lo que nos genera acercarnos con otra intención más que sólo encontrarnos y disfrutarnos. Preguntar si le sucede lo mismo. Cuidar el encuentro, en éste intento de expandir el vínculo que nos une, porque cuando suceda, cuándo el embarazo nos encuentre –o no- lo ideal es que la pareja siga fuerte, y no herida por la búsqueda, porque seguiremos siendo pareja aunque nos transformemos en familia. Poder sincerarnos con los sentimientos que calificamos como negativos acerca de otras gestaciones. Aceptar que podemos tener sentimientos ambivalentes y que eso no es ni bueno ni malo. Poder mirarnos de forma compasiva aún cuando no somos cómo deberíamos según nuestro propio juicio y aceptar que un sentimiento no es malo sino un sentimiento.

Y claro, buscar ayuda profesional en caso de sentirlo necesario. Esto es sólo una revisión personal de los procesos que he conocido y transitado. Lo comparto porque muchas veces se transita con culpa y creo que poder decirlo, alivia.