El acceso al cuerpo del bebé

El acceso (o el permiso) a tocar un cuerpo ajeno está atravesado –como casi todo- por la historia  propia.

Tocar a otro es algo muy incómodo para algunas personas, al igual que ser tocados.

Generalmente la mayoría de las personas al ver un bebé se acercan entusiasmadas a hablar y acariciar una partecita de ese ser hermoso que tan suave se ve. Quieren tocarlo, hacerle upa y disfrutan del contacto. Pero no es así para todos. Hay quiénes  tienen una historia de abusos (a veces emocionales, físicos o sexuales) y les resulta difícil desde recibir una palmada en el hombro de parte de otrx adultx como hacer una caricia a un niñx.

Esta situación se torna compleja cuando ese adultx está a cargo de un bebé y no ha podido trabajarlo en terapia y elaborarlo (aunque me atrevería a decir que es algo esperable si es el primer bebé ya que la dificultad no se había presentado antes). Puede temer hacerle mal cuando lo baña, evitar cambiarle el pañal delegando la tarea en otra persona. O puede hacerlo rápidamente y tener dificultades para acariciarlo en las piernas por ejemplo, y sólo animarse a tocar cabeza y espalda. Puede ver el contacto de otros con su bebé como innecesario, o molesto. Ocultar el miedo de su historia en la desconfianza o el enojo. Puede ser un gran abanico de matices. Tantas variantes como personas.

Y también, puede ser un miedo adquirido. Cuando el bebé nace con un problema de salud, o prematuro y requiere una internación el acceso a su cuerpito está interrumpido por cables y/o sondas, alzarlo, hacerle upa es complicado, y aparece el miedo a lastimarlo por mover un cable, una sonda, provocarle dolor por querer tocarlo. Entonces las ganas se mezclan con la culpa, y se va estableciendo esa dinámica que luego del alta es difícil desarmar (cuánto más tiempo haya durado la internación, más se establece). Cuando el bebé ya no tiene nada en su cuerpo que complique el contacto, inclusive cuando están en su casa es común que tengan miedo de hacerle mal, y no porque no sepan levantar al bebé con cuidado, sino porque es una sensación establecida. El no querer molestar, el limitar las ganas de besar y apapachar por miedo a hacer mal. Y por supuesto que también incomoda que otros no reconozcan el peligro (imaginario o real) que ven/sienten los cuidadores y demanden el contacto con ese bebé. O peor aún que lo alcen y disfruten cuando no es una posibilidad aún para sus padres.

No es una regla, y no a todxs les sucede igual. Pero cuando pasa, se arman estas dinámicas incómodas y difíciles que complican tanto la vida privada de las nuevas familias sino también los vínculos con las familias extensas.

Lo bueno, es que éstas situaciones pueden desarmarse. Poder reconocerlas nos ayuda a tener presente qué es lo que nos pasa y ver si lo que nos moviliza es algo actual, o algo pasado, y tratar en la medida de lo posible de actuar desde el hoy. Pedir ayuda si podemos, y contar lo que sentimos si tenemos un entorno seguro ayuda mucho a transitar el malestar sin sentir además la soledad y la incomprensión.